Por qué enmarcar una camiseta de España con la que cometimos un error
01/06/2020
Había una vez una niña-leoncita que estaba jugando al aire libre. Entonces, echó a correr, pero en su carrera tropezó y se cayó al barro. Al principio se asustó, parecía que el tiempo se detuviera mientras sus emociones elegían: llorar o... escuchar las sensaciones de ese momento primerizo. Ella no sabía lo divertido que era jugar con barro, pero se abrió a aquella oportunidad y lo descubrió; disfrutó muchísimo.
No tod@s l@s niñ@s juegan igual, no tod@s somos iguales, pero sí podemos tratar de aprovechar cada oportunidad y aprender a jugar junt@s.
Cuando empiezas a conocer el rugby, una de las cosas que más llaman la atención es que todo el mundo es bienvenid@. Da igual como seas, grande, pequeña, delgado, robusta, te guste correr muy rápido, aprovechar tu fuerza, utilizar tu astucia o planear una estrategia; en este deporte se valoran las personas aún diferentes. Esta forma que tiene el rugby para acoger a las personas hace que sintamos la importancia de ser un@ mism@. Seas como seas, tendrás virtudes que aportar. Ya desde la bienvenida al equipo, el rugby nos enseña a respetar y animar a todo el mundo.
Incluso el/la árbitr@ se le trata de usted, se le llama “señor” o “señora” y solo quienes ejercen de capitanes pueden hablarle de forma cordial y educada aún en la lucha que hay en el campo… Si se equivoca, debemos aceptar y respetar su trabajo; tod@s podemos tener un error, tanto jugando como arbitrando. Somos personas y a veces nos equivocamos. El rugby nos enseña a superar los errores. Nos enseña a perdonar…
¿Y si llevamos el respeto del rugby a nuestra vida?
Esa que conoces en tu día a día… Si estuviésemos conduciendo con algo de prisa y una persona mayor fuese delante de nosotr@s a una velocidad más reducida, ¿qué piensas? Si en el trabajo un compañero tiene una opinión diferente a la nuestra sobre cómo realizar una tarea, si hablando con una persona no vemos algo de la misma forma, ¿cómo reaccionamos? Es fácil estar de acuerdo con quienes piensan como nosotr@s porque es compartir, pero respetar implica también quienes no piensan igual que tú.
Campeonato del Mundo, 2013. Partido por el tercer puesto contra EEUU, queda un minuto para que se acabe el partido. Ensayamos bajo palos, empate a 5. Ha llovido mucho, el campo está lleno de barro, cojo el balón para proceder a la transformación (patada a palos tras un ensayo que si pasa la H - los palos por encima del travesaño permite obtener 2 puntos más al equipo anotador). Miro mi objetivo y pienso… “He practicado esta patada tantas veces… pero el suelo está encharcado, no tengo certeza de controlar ese factor, es muy influyente y nunca lo había experimentado… No se qué va a pasar… con lo importante que son estos puntos…. pfff”. Me concentro y visualizo. El balón, el bote, la patada, dónde golpear, cómo está mi pie, dónde quiero que acabe mi pierna. Respiro. Suelto el balón. Rebota en el suelo y escucho un sonido diferente. El barro absorbe el bote. Pateo, pero el balón apenas levanta un par de metros del suelo. Fallo la patada que nos habría hecho ganar el el bronce de un mundial, no se si España estará tan cerca de esta oportunidad en muchos años.
No sirve de mucho castigarse por algo que ha salido mal, pero podemos aprender y crecer con la experiencia . Cuanto mayor sea el error, mayor la motivación para superarlo, mayor crecimiento personal. La camiseta de aquel Campeonato del Mundo, mejor dicho, la camiseta con la que fallé esa patada tan decisiva la he enmarcado en mi casa para recordarlo como aprendizaje, para tener presente la importancia de entrenar y mejorarme cada día, porque incluso cuando crea que ya lo tengo totalmente controlado, veo esa camiseta y recuerdo que aún, por supuesto, no lo he aprendido todo. El valor del error está en ese aprendizaje. No es lo que ha pasado, es lo que voy a hacer con eso que ha pasado. Actitud. Respetar el derecho a equivocarse, aprender del fallo, afrontar las consecuencias y trabajar cada día para superarte.
“El error de una es el error de todas”
Decía Alejandra Quereda, subcampeona olímpica de gimnasia rítmica. Apoyar a mis compañeras en sus fallos y acompañarlas en su aprendizaje. Pienso en lo pasado este fin de semana en Málaga, gran partido de los Leones contra Uruguay, récord de participación en Málaga, un éxito, pero algunos jugadores erraron al pelearse. Entre esas 10.000 personas insitu disfrutando del partido había much@s niñ@s y padres y madres que encuentran en el rugby un deporte educativo, somos referentes dentro y fuera del campo pero sobre todo dentro cuando esas miles de personas nos acompañan. Personalmente, creo que una pelea en un campo no tiene ningún lado positivo, es un mal ejemplo para el deporte, es un error y, como tal, su lado constructivo es aprender de él, pues tod@s somos personas y podemos equivocarnos. Debemos perdonarlo, por supuesto, pero la actitud marca la diferencia una vez más, humildad para aceptar el error y crecer aprendiendo. Si es así, esos errores construirán el camino hacia los triunfos del futuro.
En rugby aprendemos a trabajar en equipo desde el minuto cero, y aunque el balón solo lo podemos coger l@s jugador@s que estamos en el campo, el equipo es mucho, mucho más grande. Tod@s l@s que luchan con nosotras, nos apoyan, nos animan, nos inspiran.
Fuente: El Confidencial
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